1°de Mayo: breve recorrido del Día de los Trabajadores en la historia argentina
Atravesado por protestas, conmemoraciones, festejos y silencios, los primeros de mayo fueron espejos de la realidad vivida en la Argentina durante distintos momentos de nuestra historia. Hoy recordaremos algunos de ellos.
Un día que no es uno más, fecha que conmemora a quienes se sacrificaron por los derechos laborales que hoy disponemos y que, al mismo tiempo, nos celebra como trabajadores, como partícipes de lo construido y producido.
Haciendo memoria de algunos acontecimientos ocurridos en el país en esta emblemática fecha homenajeamos a los que lucharon, luchan y lucharán por el bienestar de los trabajadores. La primera vez que se celebró el 1 de Mayo en Argentina fue en 1890, por iniciativa de grupos recién arribados de Europa. Eran inmigrantes socialistas que, siguiendo lo dictaminado en 1889 por la 2° Internacional Socialista congregada en París, festejaban el «Día Internacional de los Trabajadores».
Esta fecha fue elegida en honor a los obreros reprimidos salvajemente por la policía el primero de mayo de 1886 en las protestas de Chicago, en las cuales se reclamaba, fundamentalmente, la jornada de 8 horas de trabajo -recordemos que en el siglo XIX las jornadas podían durar 16 o incluso 18 horas-. Por un supuesto atentando a la policía que nunca fue probado, fueron sentenciados a muerte seis obreros conocidos como los «Mártires de Chicago».
Esta primera celebración en Argentina fue apenas algo más que un mitín. Con buena concurrencia en lo que es hoy la Recoleta, lejos de ser el barrio actual, era más bien una colección de baldíos con algunos rancheríos de inmigrantes. Fue un acto no oficial, sin acompañamiento estatal, con oradores de origen europeo que hicieron discursos en reclamo a la jornada laboral, en contra del trabajo infantil y femenino, del trabajo a destajo y en pos de un salario digno.
Con los años, comenzaron a crecer en importancia y cantidad de concurrentes, dejaron lo meramente declamativo para pasar a la acción directa promovida por numerosos inmigrantes anarquistas. Es así que el 1° de Mayo de 1909 fue una jornada de lucha y huelga, banderas rojas y consignas revolucionarias, donde anarquistas y socialistas se concentraron en Plaza Lorea (hoy Plaza de los Dos Congresos) para reclamar por mejores condiciones laborales en contra de la explotación capitalista.
Ante el creciente fervor de la protesta y la necesidad de mostrar orden a un año de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, el Estado elitista, gobernado en aquel momento por Figueroa Alcorta, reprimió con tal fiereza que provocó más de ochenta heridos, apresando a muchos dirigentes obreros. El coronel Ramón Falcón al mando de la policía asesinó al menos a doce obreros anarquistas durante esa jornada. La lucha se extendió en el tiempo, con persecuciones policiales y barricadas en las calles, tales hechos se conocen como la «Semana Roja».
Recién en 1925, la celebración de los trabajadores fue incorporada al calendario oficial del Estado como feriado nacional, de la mano del presidente Marcelo Torcuato de Alvear. El reconocimiento institucional de este día tenía un doble objetivo: apaciguar la protesta inculcando la idea de descanso y festividad, e integrar a los trabajadores a la vida política argentina en un tibio intento de retraerlos de las ideas socialistas y anarquistas.
No obstante, el 1° de Mayo de 1927 nuevamente hubo una marcha de protesta en Buenos Aires en solidaridad con los trabajadores Sacco y Vanzetti, zapatero y pescador respectivamente, condenados a muerte en Estados Unidos por un presunto robo y asesinato en atentando, en cuyo juicio nunca se determinó su rol e incluso su participación. Su verdadera culpa eran sus identidades italiana y anarquista. El caso conmovió al mundo y en Argentina reavivó la llama de la lucha obrera.
Con el advenimiento del peronismo, la institucionalidad de la fecha adquirió su mayor esplendor, perdiendo su tinte de protesta y agrandando la parte litúrgica y festiva del acto. Con Perón a la cabeza y la CGT como principal sostén del recién electo presidente, en 1946 el Estado resignificó la fecha al calor del protagonismo obrero en el nuevo movimiento político y de las medidas laborales a favor de los trabajadores tomadas por el gobierno.
Aquel 1° de Mayo, las columnas de trabajadores no fueron a reclamar sino a festejar al líder que veían propio. Perón pronunció un discurso de pacificación en el cual lo nacional se elevaba sobre cualquier otra ideología y decía: «los argentinos hemos concurrido a esta fiesta libres de remordimientos y mezquindades, pues se ha cumplido ya la primera etapa del movimiento revolucionario» (La Prensa, 2/5/46).
Sin embargo, a partir del golpe de Estado de 1955 y los sucesivos gobiernos dictatoriales, el rebautizado «Día del Trabajo» fue retomando su destello de resistencia y lucha. Así sucedió el primer día de Mayo de 1969, cuando a la marcha de trabajadores que protestaban por la crisis económica y política desatada por el gobierno de facto de Onganía, se unieron los estudiantes para reclamar por la democracia y la educación. Fue la previa a los sucesivos estallidos que culminaron en el Cordobazo del 29 y 30 de mayo de ese año.
Finalmente, llegamos al 1° de Mayo de 1976, acontecido recién comenzado el Proceso de Reorganización Nacional llevado adelante por la sangrienta última dictadura argentina. Obviamente no hubo celebración ni marchas reivindicatorias.
En cambio, el gobierno de facto aprovechó la oportunidad para difundir su propaganda. El ministro de Trabajo, general Tomás Liendo, dio un discurso a través de la red nacional de radio y televisión en el que sostuvo que «el movimiento militar no se [había] hecho en contra de nadie». Y aseguró que el «sacrificio que demanda la tarea de reorganización [sería] soportado por todos los sectores sociales», con el fin de «corregir excesos, vicios, instrumentar normas que eviten la corruptela en la utilización de fondos y reconstruir la armonía en el campo laboral » (Abós, 1984). Y el resto es historia y presente.