La historia en las calles de Villa Ortúzar: ¿Qué pasó un 14 de Julio?
En nuestro barrio, además de nombres de próceres y figuras históricas, las calles recuerdan alguna fecha significativa que ha alterado el curso de los acontecimientos.
Hay hechos que han cambiado la historia de tal forma que son recordados como bisagras de una nueva realidad. En nuestra historia nacional y nuestras calles hay gestas que son evocadas en sus fechas: la Revolución del 25 de mayo, la Independencia del 9 de julio, la Guerra de Malvinas iniciada el 2 de abril de 1982, entre otras. Pero otras fechas rememoradas en la ciudad son parte de procesos de otras tierras pero de una trascendencia fundacional, tal el caso del 14 de julio.
La calle 14 de Julio cruza todo el barrio con orientación norte-sur, desde prácticamente su punto superior en Avenida Forest y Virrey del Pino hasta el límite sudeste con el cementerio y el barrio de la Chacarita, aunque cierto es que en esta zona la verdadera frontera es la vía del tren Urquiza que acompaña paralelamente el trazado de la calle. Su nombre fue producto de una Ordenanza del año 1924, hace exactamente cien años, cambiando la denominación original «Del Colegio».
¿Qué sucedió el 14 de Julio?
Dónde y cuándo tendría que acompañar la pregunta del apartado. Porque el 14 de Julio es una fecha que se conmemora en Francia como fiesta nacional en honor a un acontecimiento de significado inaugural y decisivo en la Revolución Francesa: la toma de la Bastilla de 1789.
Por esos años, la monarquía francesa con Luis XVI a la cabeza sufría un enorme desprestigio desde distintos frentes. Fundamentalmente la crisis económica acontecida desde 1786 por la sucesión de malas cosechas generaron un gran descontento social, acrecentado por los atropellos de un reinado que ante esta situación cobraba mayores impuestos al sector plebeyo mientras la Corte de Versalles, sede física y simbólica del absolutismo francés, vivía en la mayor opulencia posible.
Además, las ideas liberales y el pensamiento ilustrado comenzaron a hacer mella en la sociedad y a mostrar que era posible una forma política alternativa a la monarquía. Sectores medios y pudientes que hasta entonces habían crecido bajo el control del absolutismo, como los profesionales de carrera (de familias nobles pero también burguesas), comerciantes acaudalados y banqueros prestamistas comenzaron a ser críticos de la arbitrariedad del poder monárquico.
Frente a la dura crisis económica y las críticas sociales y políticas, Luis XVI convocó en 1788 a los Estados Generales, cuerpo de consulta reunido por el rey sólo en épocas de emergencia como guerras o hambrunas. Esta especie de consejo estaba compuesto por representantes de los tres estamentos de la sociedad medieval: Nobleza, Clero y el Tercer Estado -el sector plebeyo donde la voz dominante era la de los comerciantes y artesanos-.
Las discusiones de los Estados Generales llevaron a la convocatoria de una Asamblea Nacional con predominancia del Tercer Estado, mientras simultáneamente comenzó a cobrar fuerza la petición de tener una Constitución. Ante la amenaza que esto suponía al poder absolutista, Luis XVI inició una purga en su propia Corte, destituyendo el 12 de julio de 1789 al ministro de Finanzas Jacques Necker que gozaba de popularidad en el pueblo y uno de los impulsores de la convocatoria de los Estados Generales. Finalmente, el aumento abrupto del precio del pan por esos días fue la pólvora del estallido.
El 14 de julio la muchedumbre hecha turba y pueblo al mismo tiempo, tomó un símbolo de la arbitrariedad monárquica, la prisión de la Bastilla, donde solo había siete detenidos en aquel momento pero cuya toma significó el empoderamiento de las clases bajas que a pesar de las bajas derrotaron a la guarnición real.
La Bastilla fue un edificio utilizado desde el siglo XV como cárcel para detenidos por exclusivo pedido del rey sin ningún proceso judicial. Allí se había hecho carne la tiranía del poder absoluto a través de la tortura y las penas capitales. El destino quiso que las guillotinas de allí retiradas por el pueblo fueran luego empleadas para cortarle la cabeza a la realeza.
La toma de la Bastilla fue el hecho inaugural de un proceso revolucionario que fue modelo para otras revoluciones, como la nuestra en 1810, y un estandarte de los valores liberales y burgueses que se volvieron universales. Así lo entendieron los contemporáneos de aquellos eventos, luego los historiadores y posteriormente nuestras clases dirigentes.
A principios del siglo XX, la elite rioplatense se reflejaba en la historia y cultura francesa a punto tal de tener figuras como el director de la Biblioteca Nacional, Paul Groussac, de gran prestigio e influencia en los primeros años del 1900, que analizaba y juzgaba la realidad intelectual argentina bajo los cánones culturales franceses.
No es casualidad que muchos escritores y pensadores argentinos vieran en Buenos Aires la París de Sudamérica, en su búsqueda de asimilarnos a ese faro que consideraban la cumbre de la cultura burguesa y republicana.
Es así que hace cien años y como forma de reconocer ese lazo construido con la Revolución Francesa, se nombró una calle de Villa Ortúzar con la fecha que hoy sigue siendo festejada en París y toda Francia.