Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia: recorrido por la marcha del 24M a través de los años

El día en que se marcha por la historia y la dignidad: El 24 de marzo de 1976 marcó un quiebre en la vida de los argentinos. Las Fuerzas Armadas dieron un golpe de Estado sangriento que rompió todos los moldes que hasta ese entonces había tenido la represión estatal. De las sombras de aquel período de siete años surgió, con la vuelta de la democracia, un camino que echó luz a la memoria y se hizo marcha en las calles.
El gobierno de facto autoproclamado «Proceso de Reorganización Nacional» fue comandado por la Junta Militar Argentina, compuesta por tres integrantes de cada una de las fuerzas: Videla por el Ejército, Agosti por la Fuerza Aérea, y Massera por la Armada.

Si bien estos militares fueron luego reemplazados en sus cargos, durante su ejercicio se concentró la mayor parte de la brutal represión, la cual se estructuró en lo que se conoce como «terrorismo de Estado»: secuestro y desaparición de personas, asesinatos sin el debido proceso, rapto de bebés, trabajo esclavo, violaciones a mujeres, robo de propiedades y torturas incalificables.
La violencia ejercida sobre la población tuvo su contraparte institucional con el rompimiento del Estado. Durante la dictadura se suspendieron todas las garantías constitucionales, se disolvió el Congreso y se lo reemplazo por la CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo) integrada por militares pero también por políticos civiles dóciles al régimen, se intervinieron los sindicatos y se prohibió cualquier actividad política, se «liberalizó» la economía con el quiebre de la industria nacional, la pérdida de empleo y las consecuencias inflacionarias derivadas, también, de la toma de deuda internacional con el FMI y la fuga de capitales.

El horror ejercido por la dictadura dejó heridas muy profundas, vidas que fueron disueltas en la oscuridad con preguntas que nadie estaba dispuesto a responder. La vuelta a la democracia en diciembre de 1983 no cicatrizó a una sociedad argentina partida. No obstante, el pueblo encontró en la dignidad de las Madres y Abuelas el camino para encontrar la justicia que la institucionalidad restaurada no sabía, quería y/o podía brindar.
LOS PRIMEROS PASOS DE UNA MARCHA HACIA LA MEMORIA
En marzo de 1984 se cumplían «los primeros 100 días de democracia» tal como lo presentaba el gobierno del recientemente electo Dr. Raúl Alfonsín. El presidente convocó a un acto en Plaza de Mayo el 24 de marzo de aquel año para conmemorar los ocho años del golpe de 1976.
Publicaciones de la época hablan de una convocatoria de entre 50.000 y 150.000 personas para escuchar a Alfonsín en un discurso de reordenamiento legal y conciliación social que, sin embargo, no abordó el terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad cometidos por los militares.

Aunque el acto de Alfonsín fue un paso importante en el camino del Estado hacia el no olvido del golpe, otros actores levantaron bien alto las banderas de la memoria y la justicia. Mientras en los juzgados civiles llovían denuncias contra las aberraciones cometidas por los militares y la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas investigaba silenciosamente los primeros centros clandestinos de detención informados -la CONADEP fue la más importante medida tomada por Alfonsín apenas asumió el gobierno-, las Madres de Plaza de Mayo continuaron en democracia el camino de denuncia que ya habían iniciado durante la dictadura.

Como todos los jueves, el 22 de marzo realizaron la ya simbólica ronda en Plaza de Mayo acompañadas por una multitud que comenzó a inscribirse en una marcha que empujó el proceso por el reconocimiento de los delitos cometidos por la dictadura y la complicidad civil.

PUNTO FINAL, OBEDIENCIA DEBIDA, RECONCILIACIÓN NACIONAL, SIEMPRE MARCHANDO
Durante los siguientes años de la década de 1980, el 24 de marzo se fue convirtiendo en un punto de encuentro y resistencia de las organizaciones de Derechos Humanos y la sociedad no dispuesta a olvidar. A pesar del logro que significó el Juicio a las Juntas en 1985, hito único en Latinoamérica, y el lema «Nunca Más» como proclama condenatoria de la dictadura, las presiones ejercidas por los propios militares y la necesidad de estabilidad institucional del gobierno de Alfonsín generaron una parálisis estatal en el seguimiento de las investigaciones por los crímenes de la dictadura.

Las leyes del Punto Final y Obediencia Debida de 1987 y 1988 significaron el cese de los juicios y el deslinde de responsabilidad de los militares subordinados en operaciones aberrantes como tortura, secuestro y asesinato. Estas leyes fueron un punto de inflexión entre el gobierno de Alfonsín y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, con lo cual los 24 de marzo fueron abandonados por el Estado y recogidos por las organizaciones de DD.HH.
Finalmente, con la llegada a la presidencia de Carlos Saúl Menem en 1989 y los posteriores indultos a los integrantes de la Junta Militar y los dirigentes Montoneros, el quiebre fue total: el Estado elegía el camino del olvido y una supuesta reconciliación nacional con olor a traición mientras las organizaciones de Derechos Humanos optaban por la resistencia y la dignidad, resignificando el 24 de marzo como día no sólo de conmemoración y denuncia sino de lucha y oposición a las políticas de gobierno en las calles.

Los 90 fueron una época en la que la invisibilización institucional de los actos del 24 de marzo no implicó el decaimiento de las marchas. Nuevas generaciones se sumaron a la protesta contra un Estado que desconocía la historia y que volvía a aplicar políticas económicas semejantes a la dictadura.
El surgimiento de HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia) en 1995 como nueva organización juvenil que acompañó a las Madres y Abuelas, fue un salto de la denuncia al escrache. Los 24 se convirtieron en fechas de lucha y movilización en la que los rostros y siluetas de los desaparecidos y asesinados fueron acompañados de grafitis, banderas y reclamos por justicia social.

LA MEMORIA EN EL ESTADO Y LAS MARCHAS QUE NUNCA CESARON
El desgarramiento social y económico del 2001 puso en jaque todas las políticas públicas aplicadas en la Argentina, desde el neoliberalismo hasta las leyes de impunidad. La llegada de Néstor Kirchner a la presidencia en 2003 y sus decisiones institucionales fueron parte de un nuevo momento de discusión de la función del Estado y el rol activo que debe tener frente a los reclamos de la sociedad.
El 24 de marzo de 2004 no fue como los anteriores. A principios de febrero Kirchner había anunciado a las organizaciones de DD.HH. la intención de recuperar la Escuela Mecánica de la Armada -ESMA- como Museo de la Memoria. A pesar de la resistencia de las cúpulas militares y de ciertos sectores sociales, el 19 de marzo se hizo oficial la decisión con un discurso de Kirchner en la ya ExEsma en el cual pedía perdón en nombre del Estado por las políticas represivas y del terror estatales pero también por el indulto y el olvido establecidos en los gobiernos anteriores.
La reapertura de las causas por delitos de lesa humanidad a partir del 2005 y el impulso a la movilización masiva los 24 de marzo -declarados feriados desde 2002 como Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia- fueron el corolario de este proceso de revisión del pasado y reparación histórica ante los crímenes de la dictadura.

Si bien las marchas nunca cesaron a lo largo de los años, desde el 2004 crecieron exponencialmente en cantidad y las figuras de Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini, Nora Cortiñas, Taty Almeida y todas las demás Madres y Abuelas, más allá de diferencias internas, dejaron de ocupar un lugar marginal en el escenario oficial para ser el centro de una política de reivindicación y justicia.
DISTINTOS CAMINOS PARA UNA MISMA MARCHA
Sin embargo, el reconocimiento institucional del 24 de marzo por parte del gobierno kirchnerista fue visto como una apropiación estatal por algunos partidos políticos de izquierda y algunas agrupaciones de DD.HH. Debido a esto, en 2007 la marcha se dividió en dos, una más temprano y otra a la tarde, en la que cada alineamiento, uno más cercano al gobierno y el otro de denuncia frente a este, organizó su propio acto sin que por esta separación se perdiera la masividad de la manifestación.
A pesar de la división, los 24 de marzo mantuvieron su lugar fundamental en el calendario argentino, así como su vínculo con el presente y los reclamos por una sociedad más justa. La conmemoración tomó un matiz festivo para reivindicar la vitalidad de un pueblo que no olvida y tampoco se deja abatir.

Este 2025. luego de 19 años y pasados más de cuatro períodos presidenciales, la marcha se vuelve a unificar teniendo un solo acto en la Plaza de Mayo reuniendo a distintas organizaciones de DD.HH., entre ellas las Abuelas de Plaza de Mayo, Madres Línea Fundadora, HIJOS, Familiares y APDH, y a los que integran el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, como la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, la CORREPI y el SERPAJ, así como a sindicatos y partidos políticos de distinta alineación ideológica.
La marcha del 24 de marzo sigue siendo un hito fundamental para la sociedad argentina, un momento en el que el presente y el pasado se unen para que la memoria sea la resistencia presente a un futuro injusto y represivo. Por eso, una vez más decimos Nunca Más.