Un astrónomo argentino podría ganar el Nobel de Física: “Es un logro muy emocionante”
Julio Navarro nació en Santiago del Estero, se formó en Córdoba, y hace 30 años que vive en el exterior. Firme candidato al premio, junto a sus colegas, Carlos Frenk y Simon White, logró importantes avances para conocer las características de la materia oscura. En diálogo exclusivo con Infobae, desde su casa en Canadá, habla de su trabajo, de los investigadores en la Argentina y de la desinversión en la ciencia
El nombre del astrónomo Julio Navarro (Santiago del Estero, 1962) comenzó a sonar en estos días en el país porque es el único argentino incluido por compañía de datos científicos Clarivate Web of Sciance en su Citation laureates, un pronóstico sobre los posibles aspirantes a los premios Nobel, que este año se entregan entre el 5 y el 12 de octubre.
El científico, formado en la universidad de Córdoba y residente en el exterior desde hace más de treinta años, es considerado un firme candidato para el Nobel de Física. En la investigación que lleva a cabo junto a sus colegas Carlos Frenk y Simon White lograron importantes y reconocidos avances para conocer las características de la llamada materia oscura, que permite comenzar a entender y a explicar muchos misterios del universo.
Desde su casa de Victoria, Canadá, donde trabaja desde hace más de 20 años y es docente universitario, Julio Navarro dialogó en exclusiva con Infobae sobre las características de la investigación que lo colocó a las puertas del Nobel: «Es un reconocimiento muy importante y un logro muy emocionante para mí carrera”.
-¿Cuál fue el avance que usted y sus colegas sumaron al estudio de este descubrimiento tan fascinante que es la materia oscura, y que podría servir para entender algunos de los misterios del universo?
-En general todo es un perfeccionamiento y siempre estamos caminando sobre las ondas de otros. La materia oscura se conocía, por supuesto, son trabajos que vienen de fines de los 90, pero no se sabía cómo estaba distribuida dentro de las galaxias. Porque las mediciones que tenemos son bastante limitadas: medimos solamente donde podemos ver luz, y la materia oscura es invisible. Así que lo que faltaba es el andamiaje teórico, que se dijera “ésta es la forma que la materia oscura se distribuye en una galaxia”, por ejemplo. Y lo que hizo nuestro trabajo es no sólo proveer ese andamiaje teórico, sino también que le añadió a eso una cierta simplicidad, en el sentido de que descubrimos que toda la distribución de la materia oscura, alrededor de cualquier galaxia, es siempre la misma, solamente que escalada. Pero salvo ese factor de escala, todos los halos de materia oscura que contienen todas las galaxias son iguales.
-¿Y eso hace más sencillo poder entender el comportamiento de esta materia oscura?
-Si, le añade una simplicidad enorme a un problema que se creía que era muy complejo. Y que además uno puede testearlo observacionalmente. Y hasta ahora todos los test que se han realizado han sido todos bastantes exitosos, no hemos descubierto desviaciones de esa predicción que sean notables.
-¿Cuándo dice “testear” habla de computadoras o de un súper telescopio?
-Las dos cosas. Nosotros hicimos una predicción a mediados de los 90 con una de esas computadoras que existían en ese momento. Ahora con las computadoras actuales, que son mucho más avanzadas pero similares, las hacemos con muchísimos más recursos y encontramos siempre lo mismo. No sólo nosotros, hay muchos equipos trabajando en esto en todo el mundo y todos encuentran más o menos lo mismo. Todos se refieren a nuestro trabajo como un trabajo fundamental en ese sentido. Y es la base sobre la que se interpretan todos los trabajos gravitacionales.
-Más allá del Nobel, que usted asegura que no va a ser para ustedes, es este trabajo el que pone la atención del público no científico sobre ustedes: ¿esta investigación podría servir para entender cómo funciona la energía en el universo, como si se tratara de una nueva fuerza de gravedad, distinta a la de la Tierra?
-La gravedad es la misma, pero no es la materia ordinaria que está hecha de remanentes de estrellas, de agujeros negros. Es otra materia diferente, que no interacciona con la luz. Y que se detecta gravitacionalmente. Por darle un ejemplo práctico, la forma en que se detecta la gravedad del Sol es midiendo al velocidad de la Tierra y la distancia entre la Tierra y el Sol. No medimos la masa directamente. Medimos dos cosas: la velocidad y la distancia, para saber la masa. Sabemos la distancia de los planetas al Sol y podemos calcular la masa. Cuando hacemos esto en el Sistema Solar vemos que la masa que encontramos es siempre la misma, porque la distancia de los planetas es diferente: la distancia de Júpiter, por ejemplo, es más grande, pero su velocidad es más baja. Entonces, ésta masa es igual que la masa que encuentro si hago el mismo cálculo con la Tierra, donde la distancia es más pequeña pero la velocidad es más grande. Entonces, las dos variables se compensan de manera que siempre encuentro la misma masa. ¿Por qué encuentro la misma masa? Porque la masa del Sol es dominante respecto a la masa de todo lo demás. ¿Entonces qué vemos en el sistema solar? Que la velocidad disminuye cuando la distancia se hace más grande. Donde está la luz del sistema solar es donde está la masa, que es en el Sol.
¿Y qué pasa entonces si esa medición ser realiza en una galaxia?
-En una galaxia uno espera lo mismo. La luz, situada en el centro de la galaxia, las estrellas más cerca del centro. Y cuando se va afuera de la galaxia, más lejos del centro, uno espera que las velocidades decaigan. Pero eso no es así. En una galaxia, las velocidades se mantienen constantes a medida que uno se va a fuera, aunque se vaya muy lejos del centro, todavía es constante la velocidad. Eso quiere decir que cada vez hay más, y más, y más masa dentro de la órbita de la estrella que estamos midiendo. Y aunque no hay más estrellas, la masa continúa. Porque hay otra masa, hay otra masa que está dominando y que se vuelve cada vez más y más dominante cuando más lejos del centro de la galaxia me voy. Eso es una de las formas, no la única, en la que medimos la masa de la galaxia. Y allí vemos que la mayor parte de la masa está en otra sustancia. Sabemos por otras mediciones que esa masa no está en estrellas, que no son remanentes de estrellas, no son estrellas fallidas, no son planetas, no son agujeros negros. Entonces creemos que es una partícula subatómica nueva, muchísimas partículas, de una identidad que aún no se conoce.
-¿Usted cree que la mente humana y las computadoras, que son creaciones humanas, nos van a alcanzar para entender estos fenómenos o habrá cuestiones que son categorías que nuestra mente no alcanza a entender?
-No, yo supongo que estas cosas las vamos a entender, pero no sé cuándo. Ese tipo de desafíos que han atraído la atención de las mejores mentes del universo… imagínese en el 1400, por allí, cuando la ciencia europea salía de la Edad Media, el gran desafío intelectual era entender el movimiento de los planetas, de Marte en particular. En las observaciones de esa época Marte iba, venía, daba vueltas, se frenaba, volvía hacia la izquierda, volvía hacia la derecha, una cosa rarísima. Nadie entendía el porqué. Trataban de ponerlo junto a lo que habían aprendido de Aristóteles, de los griegos, y nada funcionaba. Era complicadísimo. Entonces era el gran desafío, predecir dónde iba a estar Marte dentro de 20 años. Y esa pregunta llevó cientos de años, con las mejores mentes. Y al final, bueno, con Copérnico, Galileo, Kepler, todas esas cosas se solucionaron.
-¿Qué otra gran pregunta existía?
-Después la otra gran pregunta era la estructura del átomo. Qué pasa cuando uno toma un pequeño trozo de materia y lo corta por mitades, y después por mitades, hasta que no queda nada. ¿Dónde está el final? ¿Qué es el átomo? Eso no se sabía en 1850, 1880. Y en los años que por suerte cambiaron la física, en 1900, todas esas cosas se entendieron, la estructura del átomo, el protón, el electrón, las fuerzas que los repelen, que los atraen, cómo se hacen los núcleos. Eso se entendió en treinta o cuarenta años, se hizo toda esa estructura intelectual que hoy nos sirve para entender la materia ordinaria.
-Hoy el desafío es otro…
-Ahora estamos con este otro desafío intelectual. Y parece que esa otra materia que entendemos muy bien no es la que importa en el universo. Importa para nosotros, para nuestra vida, para nuestro planeta, para el sistema solar. Pero en el universo es menor, no es muy importante. El asunto es cómo hacer que estas estructuras intelectuales que tenemos para entender el átomo, para entender la física, tengan en cuenta esta otra sustancia que ahora no la tienen en cuenta, eso va a revolucionar ese entendimiento. Y esa revolución se llevará a cabo después, dentro de 100, 200 años, con cambios tecnológicos que pueden cambiar nuestra vida. Yo siempre digo que estas ciencias las estudiamos no para nuestros hijos o nietos, sino para nuestros bisnietos.
-Tomando el tema de la formación científica, se habla actualmente de un buen nivel de la enseñanza universitaria pero se hace referencia a la necesidad de mejorar la investigación del posgrado en el país, que los jóvenes no tengan que viajar el exterior para hacer una especialidad. ¿Cómo ve usted la educación universitaria y de posgrado en la Argentina?
-Bueno, yo hace 32 años que no vivo en la Argentina, y no quiero comentar cosas que no conozco. Pero cuando yo estudié en el país la educación de grado era de altísimo nivel, sobre todos en universidades como la de Córdoba que conozco bien. Donde somos bastante menos competitivos es en el posgrado, en la investigación. Y eso no se debe solamente al hecho que la gente se haya ido, porque eso siempre va a ocurrir que exista cierta movilidad científica. Pero antes la gente se perfeccionaba y volvía. Ahora creo que en muchos casos no vuelve porque se ha perdido, a través de tantos años de desinversión, ese entorno cultural y científico de la investigación de punta. No es fácil retomarlo, no es fácil cambiarlo, pero creo que en algún momento tiene que empezar.
Por Silvana Boschi para Infobae