Historia en las calles de Villa Ortúzar: ¿Quién fue Charlone?
En la línea imaginaria que divide el barrio por la mitad entre norte y sur, nos encontramos con la calle Charlone, cuyo origen nos remite a tierras lejanas pero también a nuestra historia nacional.
Por su fonética parece un nombre inglés o francés, pero en realidad Charlone es un apellido italiano castellanizado por su propio dueño, para que los criollos los pronunciarán correctamente. Juan Bautista Charlone fue un coronel partícipe de importantes batallas a mediados del siglo XIX, ejemplo de liderazgo para sus subordinados y exponente de las luchas políticas del Río de la Plata.
La calle Charlone cruza Villa Ortúzar en sentido oeste-este, justo por la medianía del barrio, bordeando la Plaza 25 de Agosto. Su denominación actual fue establecida por una Ordenanza del año 1904, ya que anteriormente, el tramo que se encuentra en Villa Ortúzar, tuvo dos nombres muy distintos, primero Asia hasta 1893 y luego Agüero.
Ubicada en paralelo a calles con nombres muy vinculados a los mismos acontecimientos históricos, en particular a la época de la Confederación Argentina y la Guerra de la Triple Alianza, Charlone también comparte con calles como Giribone, Roseti y Fraga el hecho de recibir su denominación a principios del siglo XX, años cercanos al Centenario de nuestra Nación en 1910. Durante aquella época, los gobiernos nacionales que tenían jurisdicción en la municipalidad de Buenos Aires renombraron muchísimas calles en ocasión de recordar a personajes históricos que, a los ojos de la política heredera de la tradición mitrista y roquista, fueron héroes de la historia argentina.
¿Cómo fue la vida de Charlone?
Nacido alrededor del año 1820 en la región italiana de Piamonte, Charlone fue bautizado en la Parroquia San Massimo de Savona como Pietro Giovanni Battista Ciarlone, tal su nombre completo y original. Al igual que Giribone -del cual ya nos ocupamos en esta misma sección-, la familia Ciarlone emprendió el viaje al Río de la Plata en 1839, con el fin de escapar de los conflictos y persecuciones políticas en la Italia dividida, previa a la unificación de 1870.
Llegados a Montevideo donde existía una gran comunidad genovesa que los cobijó, la familia Ciarlone se dedicó al comercio marítimo. Sin embargo, nuestro protagonista vio futuro en las milicias que por aquella época organizó Garibaldi bajo el nombre de «Legión Italiana», en la cual se tomaron las armas para defender las ideas de la liberación contra la tiranía y de la revolución como forma de llegar a la república. Ideas que los exiliados italianos extrapolaron de su lucha en la Italia fracturada en pequeñas monarquías al conflicto que en aquel momento asoló a Montevideo, sitiada hasta 1851 por el general unitario Manuel Oribe.
Enrolado en la «Legión Italiana», Juan Bautista Charlone participó de varias campañas contra el sitio montevideano junto a Garibaldi. La campaña de Salto, la toma de Colonia en 1845 y los combates de Hervidero y San Antonio, entre otros, le permitieron ascender a distintos grados militares para, finalmente, ser nombrado en 1849 como subteniente y en 1850, como capitán.
Una vez finalizado el sitio en la Banda Oriental en 1851 a partir de la avanzada victoriosa de Justo José de Urquiza con el apoyo del Imperio del Brasil, Charlone se incorporó al Ejercito Grande de los federales argentinos, acomodándose rápidamente a la nueva situación al igual que lo hizo alguien ya recordado en estos artículos, José Giribone. Fue así que en 1852 ambos italianos fueron parte de la batalla de Caseros que puso fin al gobierno de Juan Manuel de Rosas y encumbró a Urquiza como máximo representante de los intereses federales.
Sin embargo, la adhesión al federalismo fue fugaz y en un nuevo cambio de rumbo, Charlone se puso bajo las órdenes del separatista gobierno de Buenos Aires en 1853, librando batallas defensivas como Capitán de Infantería ante la ofensiva de los ejércitos de la Confederación. A fines de 1853, pasó a la Marina de Guerra de Buenos Aires donde siguió defendiendo al estado unitario contra las fuerzas confederadas como segundo jefe del vapor General Pinto.
Por su buen desempeño fue nombrado en 1857 segundo comandante de la Legión Militar Italiana, la cual operó en el asentamiento de Bahía Blanca bajo el mando de Antonio Susini y cuyo objetivo fue evitar las incursiones de los malones indígenas al mando Calfucurá, manteniendo así los límites de la provincia.
Esta etapa de Charlone fue muy importante para él debido a que en Bahía Blanca existía la primera colonia italiana, conocida como «Nueva Roma» y fundada por el republicano italiano Silvino Olivieri, en la cual muchos exiliados pudieron conseguir sus primeros lotes de tierra. Si bien Charlone debió dejar Bahía Blanca, hasta su último año de vida escribió solicitudes para volver a aquellos pagos bahienses.
Pero la vorágine de los sucesos de la década de 1860 hicieron de la vida de Charlone una odisea militar. Debiendo volver a la ciudad porteña en 1861 para participar de la batalla de Pavón, que significó la integración de Buenos Aires al resto del país, fue ascendido a teniente coronel de la Legión Militar. Al año fue encomendado a Santa Fé para controlar sublevaciones indígenas y fundó en Rosario, como jefe de la Intendencia Militar, talleres mecánicos a su propio cargo.
Sin embargo, el acontecimiento militar que lo catapultó al panteón de figuras nacionales llegó al final de su vida. En 1865, bajo órdenes del presidente Bartolomé Mitre, la Legión fue destinada a la recuperación de Corrientes, tomada por los paraguayos en el contexto de la Guerra de la Triple Alianza. El 25 de mayo las tropas de la Legión desembarcaron y lograron la recuperación de la capital correntina, siendo Charlone el héroe de la jornada al liderar la ofensiva a pesar de recibir un sablazo en la cabeza. Su periplo siguió en las batallas de Tuyutí, Yataytí y Boquerón.
Finalmente, en la dura contienda de Curupaytí en septiembre de 1866, Charlone fue herido de muerte. Ya como coronel, reunido con Fraga, Roseti y Luis María Campos pocas noches antes, el italiano juró dar la sangre por la patria que lo había adoptado, casi como un vaticinio de su destino. Así fue, y en su honor varias calles llevan su nombre, entre ellas una en Villa Ortúzar.