Historia de las calles de Villa Ortúzar: ¿Quién fue Estomba?
Hoy comenzamos un recorrido para conocer las historias detrás de los nombres de las calles del barrio. Esos fríos carteles que memorizamos sin pensar, traen consigo hechos dignos de contar.
¿Por cuántas calles caminamos, habitualmente, nombrándolas sin nombrar? ¿Cuántas veces referenciamos un kiosco o un local con el nombre de esa calle que nos evoca el recuerdo difuso de alguien que intuimos parte de nuestra historia? Una historia que se hace nombre, pero pierde su recuerdo si no volvemos la vista atrás.
Estomba es una calle que recorre de punta a punta el barrio de Villa Ortúzar, a partir de la altura 200 hasta el 1800. Va en sentido sur atravesando el límite barrial con Belgrano R en la calle La Pampa llegando hasta la Avenida del Campo para adentrarse luego en La Paternal. No siempre se llamó así, ya que antes de recibir el nombre de Estomba en 1904 (sí, cumple 120 años) se denominaba De los Ángeles y era parte de esas calles que Don Francisco Ortúzar supo crear cuando empezó a lotear el actual territorio barrial.
¿Pero quién fue Estomba?
A principios de siglo XX, muchas calles fueron renombradas para conmemorar distintas figuras de la historia argentina en vísperas del centenario de la Revolución de Mayo. Es así como el coronel Ramón Bernabé Estomba recibió su reconocimiento y otorgó su apellido a la calle de nuestro barrio.
Nacido en Montevideo en el año 1790, fue militar desde sus 18 años participando en cuanta lucha por la independencia hubo en aquellos años revolucionados de la década de 1810: estuvo en Suipacha, primera victoria patria en batalla, fue parte de la campaña al Alto Perú en 1811 bajo el mando del General Balcarce y luego sirvió entre 1811 y 1813 en el Ejercito del Norte a las órdenes de Manuel Belgrano, siendo parte de muchas batallas como Las Piedras, Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma.
Fue en esta última que terminó herido durante la retirada y encarcelado por los realistas durante largos siete años, hasta 1820, en la Casamatas de El Callao, territorio del actual Perú.
Con lo dicho podríamos pensar que tiene bien ganado su reconocimiento histórico, sumado a un dato por demás curioso, el de haber sido tío materno del futuro presidente de la Nación y pionero de la investigación histórica, Don Bartolomé Mitre.
Pero su periplo batallador tenía reservado algunos giros que vuelven aún más cinematográfico su destino. En 1820, Estomba fue liberado por nada más ni nada menos que el General San Martín, por lo que se unió a su ejército y participó de la toma de Lima en 1821, momento fundamental de la independencia peruana. Esta participación le valió el cargo de teniente coronel y una Orden del Sol otorgada por el mismo San Martín.
Sin embargo, la partida del Libertador y la ofensiva realista tornaron su estadía en Perú en una odisea: nuevamente fue apresado por los españoles, logró huir y en 1824 se unió al ejército del otro gran revolucionario americano que del norte venía liberando territorios, Simón Bolívar.
Junto a Bolívar, Estomba luchó en Junín y Ayacucho, afianzando así la independencia peruana durante 1825. Pero el destino volvió a jugarle una mala pasada. Estomba fue involucrado en una conspiración contra el mismísimo Bolívar, líder desconfiado y con mano de hierro si los hubo. Fue encarcelado nuevamente y perdió los reconocimientos conseguidos. En 1826 fue liberado -y desterrado- para la vuelta a su patria.
Estomba falleció en Buenos Aires en 1829. No sin antes continuar con su vorágine militar sus últimos tres años de vida. En los que realizó el hito que le vale el reconocimiento de una ciudad entera: el 11 de abril de 1828, por encargo del por entonces gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego, fundó un fuerte al que llamó Fortaleza Protectora Argentina, que hoy es la ciudad de Bahía Blanca.
En ese último tiempo, ya nombrado como comandante general de la frontera Sur de Buenos Aires, Estomba comenzó a tener una actitud errática y, según testimonios de época, rayana a lo demencial, con fusilamientos de inocentes a mansalva y declaraciones extrañas y grandilocuentes.
Tal es así, que le escribió una carta a su camarada Juan Lavalle, compañero de armas en viejas luchas, declarando su cambio de nombre a «Demóstenes Estomba». Lo cierto es que en sus últimos meses dos factores se unieron para llevarlo a la locura: las consecuencias cada vez más graves de la sífilis contraída muchos años atrás y el apasionamiento de las luchas entre unitarios y federales, siendo partidario de los primeros y teniendo un papel sangriento en la «pacificación» del sur de la provincia.
Su muerte se dio en Buenos Aires al volver llamado por Lavalle, su camarada de armas que había sido alertado por lo excesos del coronel. Estomba fue relevado de su cargo e internado en el Hospital General de Hombres, del cual aparentemente se fugó para morir fusilado en las calles de la ciudad en una situación extraña.
Fue sepultado en 1829 en el Cementerio del Norte, actual Recoleta. En aquel momento su cotejo fue poco acompañado, su reconocimiento vino pos mortem. Hoy, los habitantes de Bahía Blanca le rinden homenaje como su fundador y la historia porteña le guarda su lugar en una calle de Villa Ortúzar.